martes, septiembre 11, 2007

Undici Settembre

Suave…, fue la sensación transformada en palabra, que cruzo por su mente cuando terminó el contacto con los labios redondos y carnosos del contrario. Nunca había sentido del psique con los sentidos, la mente se queda fuera como si le arrebatasen de repente un impulso externo separándolo de todo raciocinio, se está afuera y dentro a la vez.

Fue como adquirir un conocimiento nuevo por medio de los sentidos, el placer va penetrando poco a poco, no hay exaltación en si, sino la incredulidad de poder atravesar una barrera, como un pendiente en la lista de todo ser humano. Es suave y sumamente delicioso ese confort de la piel tan sensible a contacto. Es el gatillo que dispara el resto de los más puros instintos humanos.

Se puede robar, regalar, negar o rechazar, prestar, morder, succionar, lamer, condicionar, impulsar, abusar, ser sincero o sumamente hipócrita, de puede rebelar la pasión… ahora entiende porque dice que no son suficientes nunca…el primer indico de entrega de la intimidad, de manera inmediata. Excita los sentidos, inspira la piel y la sensibiliza también. Deriva un sin fin de sentimientos tan diversos y los causa por supuesto.

Se sumergía en la sensación de la experiencia, caminaba con la cabeza en el piso, los pies se atravesaban en su mirada rápidamente, el viento frío le atravesaba la nuca y un escalofrío inició el recorrido a través de toda la espalda. Se distrajo un segundo tras escuchar “¡me lo robó, llego me besó, así como así!”, y ¡tómala!, al voltear chocó contra el cristal de la puerta de la cafetería, cayo al piso desconcertado, viendo sus labios marcados en el cristal, “y también te pueden traer al suelo de un trancazo”, pensó.

La vergüenza tiene el afán de siempre mostrarse rojiza en la cara, no es que busque competir con el golpe del encuentro con la puerta, tembloroso y tras la ayuda de uno de los que venían detrás se levantó, con el orgullo herido, ahora los labios estaban levemente hinchados mas la razón era diversa, así lentamente llegó a la caja “un expreso doble, por favorcito”, pago y tomo la bebida, se sentó y después del primer sorbo, rió de las estupidez propia como si todo esto fuera, un juego, de alguna otra mente.

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