Regresando a mi casa después de una cansada jornada en la escuela, me coloqué en la respectiva parada de microbús, y así esperar a la pesera que me habría de llevar la mayor parte del camino. Atravesó por mi mente la justificación de que las personas como yo no tenemos porque usar ese tipo de transporte... que arrogante, es cruel acostumbrarse a lo bueno cuando se le tiene carencia, como ahora.
Esperé unos minutos que parecían eternos, la vista, sólo percibía figuras deformadas de diferentes colores que iban a gran velocidad. Al fin, llegó aquel camión y me subí en él. Metódicamente pagué el pasaje, e inmediatamente busqué un lugar para sentarme, lo que era imposible porque aquel cajón humano esta repleto, así que permanecí parada.
Después de dos o tres estaciones, logré sentarme; en la mente miles de pensamientos dan vueltas manteniendo en el trance de esta consciente y semiconsciente o lo que vulgarmente “estar sin estar”.
Una parada más… mi cabeza se movió hacia la puerta de abordaje al cajón, entre tantas figuras, logré distinguir a un muchacho que atrajo toda mi atención, los ojos como guardaespaldas no le quitaban la mirada, checando todos los recovecos, detalles: el torso fuerte, las piernas firmes,” y bien formadas, “este practica deporte” pensé, las nalgas paradas, ¡ah! y los ojos por supuesto, cafés claros, de esos en que puedes ver mas allá, el color castaño oscuro del cabello, los labios carnosos, rojos, suplicando ser probados, era simplemente… hermoso, ¡oh si! todo un dios en esta tierra…
Mi boca se desvivia por hablar, decirle lo pasaba por mi cabeza y llamar su atención… el tiempo se detuvo una vez que lo tuve enfrente, más las ganas eran contenidas por un muro extraño, invisible de mi timidez. Todo lo demás se desapareció, sólo era él y yo, sin embargo, las figuras aún eran evidentes, desplazándose lentamente hacia atrás.
Un segundo y fue evidente, en mi nerviosismo subí la mirada descuidadamente… ¡sopas! nos cruzamos, como acto reflejo lo único que me salio fue un guiño del ojo seguido de una sonrisa de vergüenza, seguramente mi rostro estaba del color de la sudadera de traía. Escuché su risa, se cubría la cara con el brazo que estaba recargado en el pasamano superior. ¿Se burló?, ¿le hizo gracia?, ¿le dio pena?, ¿le gusto?... me consumía por dentro... pero que más daba no lo volvería ver nunca más.
Alta traición dio mi cuerpo a mi cobardía, el hizo por mi lo que yo en mi conciente no fui capaz de hacer, lo volteé y me sonreía, cambiaba la mirada pero seguía sonriéndome, con esos labios de ensueño que adornaban su perfecta cara. Y las miradas se volvieron un gran juego sin palabras, una conversación inasible entre dos extraños.
Mi dios terrenal se sentó por un rato, después marcó la parada y descendió del transporte, cerca de un puente. Yo lo despedí ahí, sin decir nada, me impregnó del color rojizo que llevaba en la boca.
viernes, julio 20, 2007
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1 comentario:
Excelente narración de una experiencia divertidamente sensual. Aunque fuese por unos instantes, lo sublime del momento engaño al tiempo. ¿Por qué no entregarse a la locura por completo?, atreverse a rozar esos labios, no sólo con la mente...¿a caso, cuando uno profana así un momento, el frágil encanto de nuestros sueños se puede perder en la realidad? No dejes de escribir así, hacer de un instante cotidiano algo tan interesante es algo que vale la pena leer. Gracias por compartir la emoción.
ABACHOS!
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